sábado, 11 de febrero de 2012

Mi batalla por la vida

Roto, deshecho, pinchado, sangrado, despellejado, arañado con mis propias uñas asisto vertiginosamente al fin de mis días. Conectado, enchufado, unido, ligado a una máquina sensible instalada por defecto, difícil de parametrar, me hundo en la más profunda de las camas eléctricas que me inyecta dósis de sal, agua, antibióticos y morfina. Voy en busca de mi fin, sin quererlo, ansiándolo, buscando sorbos de muerte que no me sepan a veneno. De una forma inconsciente, ingenua, lerda, degradante, destructiva, me enfrento a mi mismo sin ningún arma salvo una risa estrepitosa o una llovizna gris y contínua. Ya no me domino, ya no me controlo, todo me posee, nadie me toca. La fiebre llega y el silencio, la angustia y la lejanía, el grito agónico de mis ser torturado que pide clemencia y a su vez se reafirma sobre su condena eterna. La pena, mi máxima pena, aquellos que me quieren, no los que fingen mostrarlo, aquellos que verdaderamente me quieren, por los que vivo. Y dudando de mis palabras en cada momento, como si viviese en una realidad sin base humana, manteniendo la mirada de las sombras, resquebrajándome una vez más, partiéndome en dos lucho contra mí otra mitad, contra mis fuerzas aniquilativas, contra la puta sombra de la vida y la muerte, contra la pesadumbre permanente de lo que piensen, contra la clara figura de un chico mimado, mediocre, indefenso, sin autoestima, muerto de miedo por la vida, que en horas como esta, en desarraigos como este, en minutos inminentes, en segundos repentinos, agarra un cuchillo afilado y se autoflagela.

A veces me pregunto por qué muchos jóvenes se ofrecen voluntarios para ir a la guerra, a menudo pienso en aquell@s que con dedos, hilos y agujas desinflan sus vidas, aquell@s que, en un día apacible, hacen estallar tanto sus entrañas como las de otras personas. Me pregunto qué es lo que les empuja a desear la muerte, me pregunto si queda alguien en este mundo capaz de permanecer con los ojos abiertos. ¿Y si yo no fuera diferente? Desgraciadamente, aunque duela, ya no es una pregunta. Y mis fuerzas, mis ganas de sobrevivir, las incógnitas, los futuros, los pasados, se acuestan en el silencio de mi presente buscando un nicho donde dejarse morir.

Sin embargo sueña, sueña descansar cual paso más en la arena, como una ceniza que libre al fin de lo que fue se deja acunar en la brisa de un océano.

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