jueves, 22 de diciembre de 2011

Diciembre murió

Diciembre muere en el frío de dos
mudos jugando con la línea visible
perenne que habita el vello no bello
ondulado el cabello irresistible


entre liso y rizo
se deshace en mis labios



Tus sombras se pierden en un juncal
suspirado, ciego de un sol no 
enterrado, disuelto en la sal


aislado del mundo de uno

escuece al corazón 
y se pierde



Entre aquellos sin color
iguales al sí, parecidos al no
ensordecidos

dos latidos ahogaron en sollozos
aquello que nadie nunca escuchó


Llegando el muerto y el olor
torturado en noches de luces

sepultadas en la penumbra
ancha de esqueletos y de temblor


Caído



Muere diciembre,

amoratada encuentro tu silueta
prisión de mis egos
liberada vive en ecos



Olvidados por momentos
agonizantes en el horizonte
que se entrecierra en un prado



Dueño de ojos pesados
que con grandes y gélidos candados
fuerzan, sin lágrimas, el cerrar de los tuyos.



Entumecido

Muere diciembre, muero yo


Más siempre me encuentra

esté donde esté


Cruel

Punzando con cuchillos mi pecho


exterminando mi esperanza
arañando con fuerza la herida

Ebrio y
creada la apariencia
mi adolescencia se desgarra
y mi inocencia partida te sonríe 
con nostalgia de un adiós infinito





Muere diciembre, pero te suplico que no me lleves contigo
Y así, feliz de que no lo acompañase,
diciembre se entregó al tiempo y se dejó morir...


Para forjar mi condena con su muerte,
cruzada diaria que me somete a dormir con otros ojos
que sin sueño bostezan 

el perpetuo parpadeo de noches vacías y días sin prisa.


Sin final en el tiempo humano,

En el despertar del viento y el hielo
su espíritu renace. 


Hijo de dioses y fuegos

del frío que pela mi piel
y mi sangre, 


Diciembre consume y colma el río de mis anhelos
volviéndose señor y amo terminal

del ansiado objeto eterno
de un sueño canalla y letal

que al abrir los ojos desaparece sin borrar
lo que en mi corazón se ha gravado

como aquel poeta que se va
para ser siempre recordado