Diciembre muere en el frío de dos
mudos jugando con la línea visible
perenne que habita el vello no bello
ondulado el cabello irresistible
entre liso y rizo
se deshace en mis labios
Tus sombras se pierden en un juncal
suspirado, ciego de un sol no
enterrado, disuelto en la sal
aislado del mundo de uno
escuece al corazón
y se pierde
Entre aquellos sin color
iguales al sí, parecidos al no
ensordecidos
dos latidos ahogaron en sollozos
aquello que nadie nunca escuchó
Llegando el muerto y el olor
torturado en noches de luces
sepultadas en la penumbra
ancha de esqueletos y de temblor
Caído
Muere diciembre,
amoratada encuentro tu silueta
prisión de mis egos
liberada vive en ecos
Olvidados por momentos
agonizantes en el horizonte
que se entrecierra en un prado
Dueño de ojos pesados
que con grandes y gélidos candados
fuerzan, sin lágrimas, el cerrar de los tuyos.
Entumecido
Muere diciembre, muero yo
Más siempre me encuentra
esté donde esté
Cruel
Punzando con cuchillos mi pecho
exterminando mi esperanza
arañando con fuerza la herida
Ebrio y
creada la apariencia
mi adolescencia se desgarra
y mi inocencia partida te sonríe
con nostalgia de un adiós infinito
Muere diciembre, pero te suplico que no me lleves contigo
Y así, feliz de que no lo acompañase,
diciembre se entregó al tiempo y se dejó morir...
Para forjar mi condena con su muerte,
cruzada diaria que me somete a dormir con otros ojos
que sin sueño bostezan
el perpetuo parpadeo de noches vacías y días sin prisa.
Sin final en el tiempo humano,
En el despertar del viento y el hielo
su espíritu renace.
Hijo de dioses y fuegos
del frío que pela mi piel
y mi sangre,
Diciembre consume y colma el río de mis anhelos
volviéndose señor y amo terminal
del ansiado objeto eterno
de un sueño canalla y letal
que al abrir los ojos desaparece sin borrar
lo que en mi corazón se ha gravado
como aquel poeta que se va
para ser siempre recordado
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